Anda el tinerfeñismo de a pié algo revuelto después de la publicación en prensa de la convocatoria de la junta general de accionistas del C.D. Tenerife a celebrar el próximo 15 o 16 de diciembre. Y anda enfurruñada parte de la masa social por la decisión del consejo de incluir en el orden del día, la modificación de un artículo de los estatutos sociales, con el objeto de ampliar hasta 115, las acciones necesarias para el derecho de participación con voz y voto en las juntas de accionistas.
Fue un logro de Víctor Pérez de Ascanio, al que algunos todavía persisten en demonizar, el poder acudir a dicha junta sólo con 8 acciones, medida que intentaba "democratizar" más si cabe la gestión del club, cuyo punto álgido debe ser esa cita anual, en que los miembros del consejo deben rendir cuentas ante los verdaderos dueños, los accionistas, tengan estos 2,4, 20, 115 0 3000 acciones.
Es lógico por tanto, que la medida haya sentado mal en la calle. En la práctica, parece que se quieren acallar las voces críticas en dichas juntas, y que los accionistas mayoritarios voten y aprueben como un mérito trámite, lo que previamente ya ha aprobado el consejo. Vamos, que las asambleas sean balsas de aceite, que duren el menor tiempo posible, y que los verdaderos dueños del club, los que con un reducido número de acciones, sienten y padecen a este club, no tengan la oportunidad de expresar su opinión.
He defendido siempre a Concepción, me remito a los hechos y a sus promesas cumplidas, aunque sobre las cuentas de este año haya mucho que matizar, pero pienso que éste, es un paso equivocado. Sacará adelante este punto del orden del día por abrumadora mayoría de sus acciones y su consejo, pero a nivel de imagen y apoyos le pasará factura. Si quiere tomar el mando de manera presidencialista, incluso como consejero delegado puede hacerlo, pero que no acalle de forma injusta la voz de todos esos pequeños accionistas, que contribuyeron a que este club hace 17 años se convirtiera en SAD.
1 comentario:
Una cacicada que debe de frenar todo el tinerfeñismo, afición y prensa.
¿Dónde están los políticos?
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