Nadie dijo que esto iba a ser fácil. Nadie dijo que la primera división iba a convertirse en un camino de rosas, y que necesariamente disfrutaríamos de las mieles de la zona noble de la tabla clasificatoria. Es verdad que en el fondo, muy en el fondo, concebíamos la esperanza de una temporada tranquila en la que disfrutáramos del rol de equipo revelación, pero en ocasiones las cosas no son como uno desea con el corazón.
La realidad, dura y triste a veces, coloca a cada uno en su sitio, y el del Tenerife, es estar lindando con los malditos puestos de descenso. Los tropiezos de los rivales, nos permiten librarnos del electroshock en vena que supondría ser el último, el penúltimo o el antepenúltimo, pero tiempo el tiempo, que todo, como las plagas bíblicas, puede llegar. Y lo importante, como siempre es estar preparado para ello, si es que realmente llega ese momento. Yo, en la situación actual, me hago una composición de lugar muy clara : la plantilla es desesperantemente corta, hasta el punto de que dos bajas dejan prácticamente maniatado al equipo, pero confío en que por lo menos en casa, tengamos una trayectoria que nos permita lograr el único objetivo, el de salvar los muebles y seguir un año más en primera sin grandes alharacas, a pesar de que a D. Miguel, le encantaría pagar premios a sus jugadores por llegar a Europa.
A partir de ahí, partidos como el del Sevilla, Barcelona o Real Madrid son para disfrutar, claro, pero básicamente de la calidad del rival y su consiguiente superioridad. Que damos la campanada, seremos los más felices del mundo, que no, miraremos hacia los encuentros de nuestra liga, como el de esta semana en Valladolid. No seré yo el que genere ambientes enrarecidos en contra del entrenador o los profesionales. Ahora toca tranquilidad y trabajar, que quedan muchas semanas todavía por delante.
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